STRADA FACENDO*

¿Qué necesitas hacer para creer que mereces todo lo que deseas?


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*Haciendo camino

Hace tiempo ya que le estoy echando ojitos a un coche de una determinada marca y modelo. Hace unos meses visité incluso una agencia y pregunté por él; hasta lo abrí y me senté adentro. Pero lo hice sola: seguía siendo más un fruto de mi imaginación que un plan a concretar. Cada vez que lo veo transitando por la calle, especialmente cuando es del color deseado, le lanzo una mirada cómplice y le susurro: “Un día serás mío”. Obviamente pensando en ese día como un objetivo vago y fatuo.

Cuando mi actual auto dio una pequeña señal de senectud, esa idea se hizo un poco más asequible. Pero hacía falta un cambio interno, porque aún no era una meta a concretar. Fue entonces cuando comencé a trabajar para mis adentros una serie de ideas distorsionadas y arquetípicas, herencia familiar de un entorno cultural donde sólo se valida lo esencial, digno pero necesario; lo que sobra se convierte en algo criticable, lo mismo vale para el dinero y todo lo material. Incluyendo un coche.

Es así como durante semanas viví para mis adentros una fuerte disputa interna.

Por un lado mi bagaje me empujaba a detenerme y apreciar lo qua tenía y que me bastaba: mi pequeño auto viejito y ahorrador, pero “de batalla”.

Por otro lado, sin embargo, una especie de alucinación auditiva, consciente y positiva, me hacía razonar en términos muy distintos a mi educación. Me decía que mi trabajo era valioso para mí y para otros, y que mi trabajo era un medio justo para que yo tuviera lo que yo quisiera. Sentía cosquillas al escucharla cuando me decía incluso que mi auto actual no reflejaba mi responsabilidad, mis necesidades de mayor seguridad y espacio, y hasta mi aspiración de poseer una herramienta que llevara con una pizquita de orgullo.

Y claro, allí estaba la otra parte, tratando de callar duramente esta voz diciéndome que era pura vanidad.

Qué bueno que me dediqué a cultivar la segunda, la voz de mi aquí y ahora, la que me dice que ya sea un viaje, una persona importante en mi vida, una situación o un trabajo, yo merezco lo que quiero. Porque lo que quiero es lo que quiero, sin justificación ni mayor explicación. Y todos merecemos tenerlo.

Pero entonces surge esa pregunta incómoda, dolorosa, punzocortante. Que toca profundamente las fibras de nuestro ser inquisitivo, de nuestro propio juez y verdugo.

¿Qué necesitas hacer para creértela, que te mereces todo lo que deseas?

¿Qué es lo que pasa allí adentro que no nos sentimos merecedores de sueños grandes, enormes, que implican mucha felicidad, personas maravillosas en nuestra vida, aventuras, sorpresas, sueños alcanzados, y sí, hasta un auto como el que queremos?

Fue entonces que ocurrió lo impensado: mi coche actual comenzó a romperse. Por todos lados. Uno tras otro.

Y eso que iba muy bien en el proceso de esta lucha interna. Ya tenía el presupuesto del nuevo coche, cálculos financieros hechos que –sorpresivamente- encajaban sin demasiada preocupación, y hasta prueba de manejo realizada, misma que reafirmó mi deseo.

Nada: mi coche se desparramó.

Me volqué por un momento en mi desesperación y total incomprensión –aunada, lo confieso, a no pocas imprecaciones en contra de “la vida injusta” que me estaba quitando tiempo, serenidad y dinero cuando más lo necesitaba, y no entraré en más detalles nutre-victimismos.

El punto se hizo claro en toda su pequeña redondez cuando un ángel de la guarda me llamó a mi celular, y después de escuchar el penoso desahogo, me dijo: “Te está costando trabajo deshacerte de lo que no te mereces”.

Silencio abrumador. Corazón pulsando a mil.

Así era, así es. Quieran o no adoptar esta respuesta como una posible –aunque nada positivista- explicación a lo que estaba ocurriendo, queridos lectores, lo cierto es que solemos demostrar cierta facilidad en sabotearnos el camino para alcanzar nuestra felicidad, sueños y metas, sean estos fruto de deseos espirituales o materiales. En este caso fue mi pequeño Chevrolet color arena el que se saboteó por mí. Al menos así es como yo lo decido ver, porque la lección que me deja para seguir cultivando le hace bien a mi vida.

Quisiera haber descubierto el hilo negro para poderles compartir qué necesitamos hacer para creernos merecedores de nuestros sueños, pero supongo que ésta será su tarea para el día de hoy, mañana, y hasta que los tengan en sus manos.

Este es mi augurio para cada uno de ustedes: que liberen el camino para alcanzarlos todos.

 

 

Comentarios a esta nota

  • Patricia Cruz comentó:

    Francesca, si la vida no fuera una carrera de salto con obstaculos, tal vez sería tan fàcil que nos aburririamos!! Gracias por ponerme a pensar una vez más. Saludos con cariño.


  • Berenice comentó:

    Woooow!! Esta historia me parece muy conocida… Y también caigo en cuenta que lo que quiero es validado solo por mi mas profundo deseo de quererlo.. Aun así siempre dudo de mi misma y de las barreras que pongo a mis sueños… Baci Fran, ci vediamo!! Grazie


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