© Francesca Caregnato, 2015
Sería lógico dedicarle este artículo a Martina, pero como a ella le dedico ya muchas cosas todos los días, decidí dirigirme a Eduardo, Salvatore, Lorella, Ana Laura, Corrado, zia Marilena, Stefania, Sabrina, Gabriella y a todas aquellas personas-tesoro que saben estar cerca cuando lo necesitamos.
Les advierto queridos lectores. En este artículo hablaremos de argumentos incómodos. No de olas calor, moscos peligrosos o políticos ineptos, sino de cuestiones cotidianas y desafortunadamente frecuentes, que nos tocan directamente y de las cuales no podemos escapar. A lo mucho intentar poner la cabeza bajo la arena.
Martina es una de mis mejores amigas. La conocí al iniciar la prepa y nos volvimos muy cercanas de imediato. A la fecha somos muy amigas no obstante yo viva en México hace 20 años y ella en provincia de Venecia. Tiene 42 años, está casada desde hace 15, tiene a una niña platicona de 10 años y medio que este año comienza la secundaria y a un niño simpático y apasionado de dinosaurios de seis que comenzará primero de primaria.
Martina tiene también un cáncer en páncreas.
Le fue diagnosticado hace poco después de haber sufrido dolores inexplicables durante casi tres meses. La masa tumoral le estaba aplastando dos nervios. Aquella vez, después del diagnóstico, ella dijo: «Si no hubiera tenido tantos dolores no hubieran encontrado el tumor. No todo lo malo llega para dañar [1]«.
Era un 10 de mayo cuando le envié un mensaje para desearle feliz día de las madres. Hace algunos meses que no nos hablábamos, y esa misma noche le llame por teléfono porque en su respuesta me había escrito que no se encontraba bien. Hasta la fecha le agradezco el que me haya informado de manera directa acerca de cómo estaban las cosas. Hizo caso omiso a los meses de silencio entre nosotras. En ese momento sólo nos unía nuestra amistad, y el hacerme saber su situación resultó la puerta que me permitió acompañarla. Desde ese 10 de mayo hasta hoy nos hemos hablado o escrito todos los días.
Recuerdo que durante aquella primera llamada Martina lloró durante 40 de los 45 minutos que nos quedamos en el teléfono. Estaba llena de miedo, como es comprensible.
Yo, por el contrario, no tiré una sola lágrima, ni se me rompió la voz en ningún momento. Durante toda la llamada fui su columna, porque ella necesitaba de mí y de mi apoyo. Cuando colgué, la columna se rompió en un llanto profundo, desesperado, sostenido solamente por el abrazo de mi esposo. En ese momento se hizo patente todo el miedo de aquella realidad: mi amiga podía morir de cáncer.
Martina empezó la quimioterapia el mismo día en el que recibió el diagnóstico. Demasiado rápido, pero desafortunadamente era mejor no esperar, le dijeron. El suyo es un cáncer que se mueve rápidamente, por ello el tratamiento tenía que ser aún más rápido, y sobretodo eficaz.
Hasta la fecha la atienden en uno de los mejores centros oncológicos italianos y ella dice cosas maravillosas del personal sanitario -médicos, enfermeras y demás.
Esto, el hecho de que se sienta atendida por personas competentes y muy humanas, como dice ella, es importantísimo. Sin embargo el pronóstico sigue siendo muy sombrío, porque desafortunadamente lo son las estadísticas inherentes a su mal.
En aquella primera ocasión Martina no logró hacer ni dos quimios completas. Terminó en el hospital con varias complicaciones, entre ellas un infarto en el bazo y problemas de riñones. Estuvo internada 27 días y perdió cuatro kilos, pero logró salir adelante y a principios de julio fue dada de alta. La nefrostomía que le insertaron para aliviar los riñones están funcionando, y esto, combinado con una serie de situaciones positivas -antes que nada el haber vuelto a su casa, no tener fiebre ni dolores, sentirse cada día más fuerte- trajo una nueva esperanza. Antes de dejar el hospital, sin embargo, uno de los oncólogos informó a su esposo que el pronóstico no sólo no había mejorado, sino que era aún más oscuro. Hay metástasis.
Mi madre me llamó para darme la noticia una tarde de julio. Lloraba y le costaba trabajo hablar debido a la angustia. Ella es como una segunda mamá para Martina, quien perdió a la suya de cáncer de mama cuando tenía 12 años. Aquel día Martina aún no sabía que había empeorado su pronóstico, y no lo habría sabido por días. A su esposo le costó mucho trabajo aceptar esta nueva condición, pero él era la persona que tenía que informar a Martina.
Todo esto, el desarrollo de la enfermedad y el contexto, me impulsaron a querer estar cerca de ella también físicamente. Por supuesto que desde aquel día de mayo muchas veces quise estar a su lado. Pero fue la llamada de mi madre y esa realidad tan pesada -la metástasis- que movieron en mí una intuición profunda. Tome un avión menos de una semana después.
Alguien filtró la noticia de mi llegada -que quería ser una sorpresa- pero en todo caso ella no lo creyó hasta no verme llegar a su casa, recién bajada del avión, una de las muchas tardes calurosas de julio de este año.
Días después le dije: «Se me hace que no sabías lo mucho que te quería «. Me contestó: «Claro que lo sabía, pero nunca me hubiera imaginado que pudieras venir a Italia sólo para mí».
Me quedé dos semanas, de las cuales 13 días fui a su casa. Llegaba por la mañana, por lo general gracias a que alguien iba por mí, comía con ellos y me iba antes de la hora de la cena, para permitirles un poco de privacidad como familia. Sólo dos veces me quedé a dormir con ellos, bajo su insistencia.
Las que siguen a continuación son solamente algunas de las muchas lecciones que he aprendido, como psicoterapeuta y tanatóloga pero sobre todo como amiga, durante estas dos semanas en contacto estrecho con Martina, su familia y su enfermedad.
Se las comparto deseándoles puedan atesorarlas en el caso que lleguen a enfrentar una situación parecida con una persona querida.
1. PARA PODER APOYAR A UNA PERSONA ENFERMA, EL PRIMER SUPUESTO ES HABER ACEPTADO SU ENFERMEDAD.
Desde luego que todos tenemos nuestros tiempos y es absolutamente respetable que nos tardemos en estar conscientes que una persona a la que queremos está enfrentando una dificultad tan grande que pone en riesgo su salud y su vida. Pero para lograr ser un verdadero apoyo para esta persona, es importante contar con cierta dosis de aceptación de su condición. Esto no significa no sentirnos tristes o enojados de vez en cuando, hay espacio para eso también. Pero significa que adentro de nosotros no llevamos excesivas tensiones, miedos y energías pesadas que no le harían un bien a nuestra persona querida.
Porque podemos fingir, pero en el fondo todos sabemos que las emociones se transmiten sobretodo sin palabras.
2. MUCHAS PERSONAS CERCANAS TE PREGUNTARÁN CÓMO ESTÁ, PERO POCAS LOGRARON ESCUCHAR TUS RESPUESTAS.
Durante las dos semanas con ella, entendí que cuando una persona querida está enferma, el interés que suscita es alto, pero pocos son aquellos a los que podremos contar como están las cosas. Y es mejor para todos entender de una vez quien está disponible a escucharnos y por lo tanto a ayudarnos, dar contención a lo que sentimos, y, por el contrario, para quiénes es suficiente un «está así o está asá».
Y eso no significa que estas últimas personas no nos puedan apoyar de otras formas. Les pongo un ejemplo concreto.
Tengo un tío que me preguntaba por Martina todas las veces que hablábamos, pero en cuanto empezaba a narrarle un poco más de detalles, me interrumpía para decirme cosas que tenían poco que ver. Me tardé dos días en entender que quizás era mejor no decirle demasiado, ya que a lo mejor no estaba listo. La primera vez esto me molestó un poco. Me decía a mí misma: «Si no puede escucharme, porque me pregunta?». Pero luego entendí que era su manera de involucrarse, sólo que no era la manera más apta para él. A pesar de esto, mi tío logró apoyarme de una manera igualmente importante. Desde antes de que yo llegara le dijo a mi abuela que él estaba disponible a llevarme a cualquier lado si lo hubiera necesitado. Y les quiero decir que le pedí que me llevara o trajera en coche cinco veces, y cinco veces me hizo el favor. Esta ayuda fue para mí muy útil y lo aprecié mucho.
Cada quien nos apoya en la manera que puede, y es perfecto.
3. HAY MUCHO MÁS MIEDO A HABLAR DE ENFERMEDADES Y MUERTE DE LO QUE ME HUBIERA IMAGINADO.
Esta reflexión tiene que ver con nuestra relación con las enfermedades y la muerte. No tienen idea de cuánta gente haya escuchado decir, en las dos semanas que estuve cerca de Martina: «No le he llamado porque no he tenido valor » o bien «No he ido a verla porque me afectó demasiado cuando lo supe».
Sin importar la edad que tenemos, la enfermedad y la muerte son temas que a muchas, demasiadas personas les cuesta enfrentar. O tan sólo hablar.
Por ello, creo que si nos resulta difícil sentirnos mínimamente serenos y fuertes para encontrar o llamar a una persona querida que está enferma, por la razón que sea y que en mi opinión siempre es respetable, diría que es mejor considerar nuestro sentimiento y tomar una distancia.
Porque hay espacios y silencios que se crean para hacer un bien.
Y si tuviéramos que llenarlos a la fuerza, probablemente traerían sólo tensiones en nosotros y en nuestras personas queridas. No podemos estar presentes siempre en la manera en la que deseamos. Reconocer nuestros límites hace un bien a todos, y es acto de valor.
4. CADA EVENTO EN LA VIDA NECESITA SUS TIEMPOS PARA ASIMILARSE. LO MISMO OCURRE CON LAS ENFERMEDADES. PARA QUIÉN ESTÉ ENFERMO Y PARA QUIÉN ESTÁ CERCA.
Sería fantástico que cuando acontecen estos tipos de eventos, todas las personas relacionadas tuviéramos un reloj para sintonizarnos en nuestros tiempos y sentimientos. Desafortunadamente la realidad es que existen destiempos, es decir, asincronías que no podemos acelerar. Y esto, para quien acompaña a una persona enferma, representa una fuente de frustración.
En nuestra fantasía tenemos la expectativa de que cuando una persona recibe un diagnóstico -por ejemplo de cáncer-, puede experimentar un primer momento de shock, luego quizás unos días de negación, después se enoje o se sienta muy triste, y finalmente, al poco rato, logra tomar el «toro por los cuernos» y enfrentar su enfermedad plenamente.
Esta es una teoría que raramente se hace realidad. En mi experiencia como psicoterapeuta y tanatóloga, y en esta particular experiencia con mi amiga, he reafirmado que no existe un orden ideal con respecto a la manera en que enfrentamos una enfermedad. Y nosotros, que somos la red de apoyo de esta persona y de esta familia, tenemos que aceptarlo.
Hubiera sido perfecto que dos días después del diagnóstico, Martina hubiera empezado a informarse acerca de todo lo que tenía y no tenía que comer para favorecer su sanación. Pero la realidad es que comenzó a comprometerse con su alimentación casi tres meses después. Porque ella tenía que llegar a ese punto sola; porque tenía otros pensamientos en la cabeza, otras prioridades. Y es justo que así sea.
Nuestros enfermos no pueden seguir nuestras prioridades. Más allá de lo absurdo que sería, ¡habría un orden diferente por cada persona que los está apoyando!
Lo que sí podemos hacer, sin embargo, es tener paciencia, acompañar y ayudar a nuestra persona querida a poner orden en su vida.
Porque cuando se enfrenta una mala enfermedad potencialmente mortal, es verdaderamente difícil pensar con claridad.
5. ANTE ESTAS SITUACIONES ES IMPORTANTE PEDIR Y OFRECER AYUDA CONCRETA.
La frase «sabes que estoy aquí si me necesitas » no aplica en estos casos. Y en realidad casi nunca. Si queremos ayudar en serio a alguien en dificultad, hay algunos pasos que seguir.
El primero es preguntarnos a nosotros mismos de qué manera estamos dispuestos ayudar. Porque sin duda no nos dará gusto hacer cualquier cosa, y también porque probablemente somos mejores en ciertas cuestiones que en otras. Por ejemplo, algunos tendrán la fuerza y la actitud adecuada para acompañar a las consultas y a las quimioterapias; otros serán disponibles a dar aventones en coche o a ir al súper; otros más quizás podrán cuidar a los niños por algunas horas a la semana.
Hay también quien es bueno dando apoyo moral, quien traerá alguna verdura de su huerto y qué más sabrá llegar con muy buen humor y una compañía amena. En cualquier caso, es preciso ser honestos con nosotros mismos. Y muy prudentes.
Para poder ser útiles yo les recomiendo informar de manera muy puntual qué estamos dispuestos a hacer, incluyendo días y horarios. Por ejemplo: «Si quieres yo podría pasar por tus niños en la escuela los lunes, miércoles y viernes; se pueden quedar a comer y a jugar con mi hijo hasta las cuatro de la tarde. Eso lo podría hacer hasta tal fecha”. O bien: «Yo podría venir a tu casa tres mañanas a la semana y ayudarte a preparar de comer. Podría llegar a las 12 y quedarme hasta la 1:30 de lunes a jueves».
Como hemos dicho, ocurre a menudo que una persona enferma no tiene cabeza para organizarlo todo y con frecuencia tampoco para acordarse de muchas cosas. Por ello vale la pena repetir nuestra oferta, pero no más de una vez para no correr el riesgo de ser inoportunos.
Y si nuestro ofrecimiento no es aceptado, ¡está bien! Siempre podremos ofrecer otra cosa si queremos, sabiendo de antemano que podrá ser aceptado o no. Y eso lo respetaremos siempre.
Vale la pena recordar a la persona enferma que ella podrá hacer lo mismo con nosotros: podrá pedirnos uno o muchos favores; no sabremos si estaremos a las condiciones para cumplir con una petición, pero informémosle que nos dará gusto ser útiles, si él o ella así lo desea.
Una cosa importante: nunca hay que dar por hecho aquello que es tan importante como lo concreto. Saber estar cerca de alguien que quizás no está en plena forma, poderle acompañar en su tristeza, escucharle sin tratar de cambiar su estado de ánimo, son grandes regalos que podemos hacerle a una persona querida que está enfrentando un momento difícil. Significa verdaderamente estar con el otro.
6. MIENTRAS MÁS SE HABLE DEL ELEFANTE BLANCO, MÁS ESTE SE ACHICA VOLVIÉNDOSE UN ANIMAL DOMABLE.
El elefante blanco puede ser una enfermedad, el cáncer en este caso. Claro está que se necesita tiempo hasta para pronunciar la palabra en cuestión, pero llegará el día que podamos hacerlo. Y más se hablará del tema, más este se hará pequeño. Créanme.
Para ello es necesario sin embargo vencer prejuicios, y sobretodo miedos. Existe la idea generalizada que si se habla del monstruo, este aparecerá. Y en realidad sucede todo lo contrario: ¡el monstruo será exorcizado!
Y no es cierto que si se habla de la enfermedad la persona enferma se entristece. Esa idea tiene que ver con nuestras propias proyecciones y miedos. Desde luego que hay excepciones, pero son verdaderamente raros los casos y dependen sobretodo de dos factores: la estructura de personalidad de la persona en cuestión y el momento que vive el enfermo.
No hablar del tema, utilizar eufemismos y susurrar las cosas, por así decirlo, vuelve la realidad un tabú y deja espacio al imaginario -especialmente al de los más pequeños- que puede ser muy peligroso. Por supuesto que se necesita tiempo para hacerlo, pero mientras antes se logre hablar, antes se soltarán inútiles tensiones en casa y alrededor de la persona enferma.
Y para decirlo todo, no hay monstruos: la realidad se llama cáncer y hablar de ella serenamente en la cotidianidad, la volverá más asequible, y por lo tanto domable. Como cualquier otra dificultad en la vida.
Entonces hablemos. También con los más pequeños.
7. ESTAMOS RODEADOS DE PERSONAS QUE SON TESOROS, A VECES ES LA ENFERMEDAD QUE LOS HACE BROTAR.
Las crisis y dificultades de la vida representan maravillosas oportunidades para conocer a fondo a los que nos rodean. Desafortunadamente esto conlleva también unas sorpresas desagradables, es normal. Quizás esperamos determinadas respuestas, actitudes o demostraciones de madurez por parte de ciertas personas, y recibimos otra cosa. Y nos duele, es comprensible. Sin embargo una situación tan difícil como una grave enfermedad hará florecer a personas que no nos imaginábamos siquiera que pudieran querernos tanto, o ser tan buenas en traernos serenidad o ayuda práctica. Atesorémoslas.
8. EL TRABAJO DE QUIEN ACOMPAÑA A UNA PERSONA ENFERMA REQUIERE MUCHO MÁS ESPACIO PARA DESCOMPRIMIR DE LO QUE SE PIENSA.
Es muy útil conocer técnicas para prevenir y tratar la fatiga emocional, situación que enfrentamos todos aquellos que trabajamos en campo clínico. Y nosotros, los expertos, conocemos bien los síntomas del burn-out a los que estamos constantemente expuestos. Yo por ejemplo, entre las cosas que pongo en práctica para protegerme, está el tratar de respetar mi horario de trabajo y no atender después de cierta hora. Asimismo, cuando veo a una familia por primera vez o a alguien que está enfrentando una pérdida reciente, los programo para la última cita de la mañana o de la tarde, para luego tener tiempo para descansar.
También durante las dos semanas que estuve con mi amiga programé unos tiempos y actividades para destensarme, incluyendo numerosas llamadas compartidas con mi red de apoyo. Desafortunadamente no fueron suficientes.
Como frecuentemente creemos narcisísticamente, pensé que podría hacerlo.
Definitivamente no había considerado que estar tanto tiempo con Martina y su familia, acompañarla a consultas y a la quimio, hablar casi todos los días de temas difíciles como la muerte, entre otros, que ella aún no había enfrentado con nadie, hubiera requerido de mi parte una inversión enorme. Porque no solamente hay un lazo afectivo que vuelve todo más intenso y difícil. En mi caso hubo también el hecho que todo lo que compartimos sucedió en un tiempo muy concentrado.
La verdad es que hubiera tenido que tomarme más de dos días completos para mí. Hubiera tenido que hacer más pausas, llorar más, y tener más espacios de cotidianidad. Esto, aunado al hecho de que a mi regreso comencé a trabajar enseguida – el día después de mi llegada tenía el consultorio lleno-, no me permitió descansar lo suficiente, reencontrar mi equilibrio y retomar mi vida cotidiana con serenidad. Hasta la fecha, más de dos semanas después de mi llegada, me sigo sintiendo algo agotada.
A pesar de haber fallado en mi autoprotección, me permito darles algún consejo. Cuando estamos cerca de una persona querida que está enferma, es necesario tener a nuestra disposición una red de apoyo de personas queridas que nos escuchan, nos apoyan y nos monitorean. Es necesario cuidar cómo nos sentimos, y tomarnos nuestros tiempos para aliviar la tensión, la tristeza, la preocupación y el cansancio físico. En este sentido tres cosas me permito recomendar. Dormir un poco más. Estar bajo el sol y en la naturaleza un poco más. Hacer un poco de quehacer o no dejar a un lado nuestra cotidianidad. Claro que también sirve hablar con personas cercanas, pero sin que este tema se convierta en un monólogo constante. Y no olvidemos nuestros pasatiempos y todas aquellas actividades no cotidianas que nos hacen sentir bien.
Para cuidar, hay que cuidarnos primero.
9. MUCHAS VECES SERÁ EL ENFERMO QUE TENDRÁ QUE CONSOLAR A SUS ALLEGADOS.
Con frecuencia las personas más cercanas a un enfermo son aquellas que necesitan validaciones y consuelos, y en ocasiones será el mismo enfermo quien se las proporcione. Es algo extraño, pero al mismo tiempo comprensible.
Todos los días intentaremos ser fuertes y mantenernos enteros, pero cuando las cosas empeoran empezamos a dudar de nuestra confianza. Y así en nuestro interior esperamos que sea nuestro enfermo que nos diga directamente si podemos tocar cierto tema, o que nos haga saber si es el momento de versar una lágrima juntos, o movernos en una determinada dirección. En esto, los enfermos graves son mucho mejores y más valientes que nosotros. Se vale aflojar, pues; eso nos permitirá tomar energía para seguir adelante.
10. HABLAR CON LA VERDAD REQUIERE UN TRABAJO Y UNA RESPONSABILIDAD ENORME. PERO QUIEN ESTÁ ENFERMO LO NECESITA.
Durante mis días con Martina, un día entré en la iglesia de su pueblo y vi un letrero con una frase que decía: «Hagan a todos la caridad de la verdad». Poco después lo hablé con ella. Estas palabras me iluminaron, ya que entendí que con ella había tomado el compromiso de hablarle con la verdad, de enfrentar cualquier tema y de utilizar cualquier palabra sin tabúes y sin más filtros que no fueron los del sentido común, el timing y la intuición.
Las personas enfermas necesitan y tienen derecho de saber la verdad.
No sólo eso: también necesitan tener cerca a alguien con quien compartir sus miedos más profundos, que no les diga: «Verás que todo estará bien». Porque aunque todos lo queremos, nadie sabe cómo se desenvolverá la situación, y es preciso hablarlo.
Unos días después de mi llegada, logré convencer a su esposo de esto, y juntos informamos a Marina acerca del empeoramiento de su condición.. Fue muy duro y hubo varias crisis aquella tarde. Pero Martina nos lo agradeció, y al día siguiente se puso un vestido más lindo y se maquilló por primera vez en semanas.
Se había alistado para enfrentar ese nuevo obstáculo.
Una de las cosas más maravillosas que recibimos junto con un diagnóstico de una enfermedad grave es la posibilidad de prepararnos y de preparar a nuestros seres queridos. Éste es un regalo que no nos es concedido cuando la muerte llega de repente. No lo desaprovechemos.
11. EL CÁNCER NO ES EL ENEMIGO.
Sólo es un síntoma. Me encuentro en desacuerdo con toda las definiciones que ven el cáncer como una batalla que hay que vencer, un enemigo a combatir o un lobo feroz. En mi opinión esos términos le dan demasiado peso negativo a una enfermedad que es simplemente tal, aún en su complejidad. En la medicina tradicional china los tumores no representan mínimamente lo que son en el mundo occidental. En Oriente -y no nada más allí- esos representan síntomas de algo más profundo y antiguo, en general de tipo familiar o de todas formas personal, que no hemos elaborado o, como en el caso de tumores alrededor de órganos del aparato digestivo, que no hemos asimilado –“digerido”. Para ellos un cáncer no es mucho peor de una influencia o de una gastritis.
No espero encontrar acuerdo alrededor de esto que es mi personal punto de vista. Sin embargo, me permito hacer hincapié en lo siguiente: intentemos no transformr a una persona en su enfermedad. No dirijamos todas las luces hacia el cáncer, porque los volveríamos demasiado protagonista.
Yo creo que frente a cualquier enfermedad, sin importar su gravedad, lo que debe recibir luz y atención es la sanación, y todo lo que llevan aquella dirección.
12. MUCHAS PERSONAS TENDRÁN EXCELENTES CONSEJOS PARA OFRECER, PERO RECUERDA QUE LA ÚLTIMA PALABRA SIEMPRE LA TIENES TÚ.
En otras palabras: la enfermedad es tuya y tú decides cómo administrarla. Como puedes, y sobre todo como quieres. Como dije antes y como le repito frecuentemente a Martina, todo lo que ella escucha y lea, sean estos consejos o soluciones propuestas para la cura, aún cuando llegan directamente de los médicos, son siempre y únicamente opiniones. Algunas mejores que otras, pero siempre tales. Es importante que la persona enferma recuerde que es ella la que debe tener la última palabra, porque se trata de su vida, de su cuerpo. Nosotros sólo podremos acompañarla en sus decisiones e inyectarle la confianza en sí misma que necesita para seguir adelante.
13. LAS PERSONAS ENFERMAS SON PERSONAS ANTES DE SER ENFERMAS.
Y como tales tienen la necesidad de sentirse útiles, productivas, de hablar de temas diferentes a su enfermedad, y de sentir que los demás continúan con su vida, y la pueden compartir con él o ella.
En la última llamada que hice con Martina hace un par de días por FaceTime, no esperé a que ella me contara de sí misma. Tampoco traté de resumir mi vida “para no quitarle importancia a la suya”. Empecé la llamada platicándole en detalle de mi fin de semana, de la lavadora que estaba haciendo y de lo feliz que me sentía con mi nueva Whirpool, de todo lo que había hecho el día antes con mi esposo; y manipulé el teléfono para enseñarle la nueva miel de flores de naranjo que había comprado el día antes, así como a mi perro que ahora se encuentra mejor después de una larga enfermedad.
Viendo su cara complacida a través de la pantalla, al terminar mi narración lo primero que me dijo fue: «Menos mal que me cuentas un poco de ti ¡si no soy siempre yo la que tiene que platicar!»
Como ya he dicho, a los enfermos les gusta escucharnos, Y creo que les hace mucho bien quitar algo de atención a su enfermedad.
14. LAS PERSONAS ENFERMAS NECESITAN VIVIR COMO PROTAGONISTAS DE SU VIDA, Y NO COMO ESPECTADORAS DE SU ENFERMEDAD.
Esta reflexión continua la anterior. Y se refiere a que es importante que se sientan útiles y productivas, no discapacitadas en lo que hacen, con frecuencia debido a nuestra sobreprotección.
Por ello cabe recordarnos que las personas enfermas pueden hablar de cosas poco importantes y también hacerlas: ir a la estética, comprarse un vestido nuevo o programar una salida al cine; como cuando no estaban enfermas.
También pueden escuchar nuestros problemas y darnos un consejo, como cuando no estaban enfermas. Pueden o realizar muchas labores del hogar -lavar trastes, cocinar, ir al súper-, justo como cuando no estaban enfermas.
Y pueden y deben continuar a reír y a sonreír, como cuando no estaban enfermas. Los enfermos de cáncer, en especial, tienen una verdadera necesidad de hallar espacios para quitar drama y sonreír. Exactamente como cuando no estaban enfermas. Porque antes de estar enfermas, son personas. No lo olvidemos nunca.
15. RESPIRA Y PRACTICA LA GRATITUD.
No creo que existan recetas mágicas contra el cáncer. No pienso que exista una medicina ideal, un alimento milagroso o un tratamiento que lo hará desaparecer. Pero sí creo que dedicar algún minuto al día a la gratitud -en especial por la mañana recién levantados y por la noche antes de acostarnos- hace mucho bien.
He podido comprobar que hay muchas situaciones que crean crisis, estrés y miedo en las personas enfermas de cancro. Es comprensible. Y no existe una cura mágica tampoco para estos momentos.
Pero creo sinceramente en el poder de las respiraciones profundas, y recordar que si lo podemos hacer, significa que aún estamos vivos, que nos es dado otro día para estar con nuestra familia, que diario leemos mensajes, recibimos llamadas y acogemos la compañía de personas que nos acompañan, nos sostienen y nos quieren.
Entonces respira profundo por lo menos tres veces seguidas y varias veces al día, y practicar la gratitud cotidianamente,. No sé si esto te ayudará a aliviarte de tu enfermedad, pero estoy convencida que te permitirá enfrentar cualquier obstáculo con mayor serenidad.
***
EPÍLOGO
Hoy 18 de agosto, Martina está viva y le queda muy bien su cabello rapado; resalta sus ojos azules.
Acaba de iniciar el segundo ciclo del segundo tratamiento de quimioterapia. Sólo al finalizarlo, dentro de un mes, le realizarán los análisis pertinentes para saber si ha funcionado, y en qué estado se encuentra su enfermedad.
Mientras tanto, yo continúo mandándoles fotos y viñetas humorísticas por Whatsapp, y ella me hace saber acerca de su día y cualquier novedad se le presente.
Y cuando nos llamamos por teléfono, siempre hablamos de nosotras.
[1] Traducción literal del refrán italiano: “Non tutto il male viene per nuocere”.