Madre sólo hay una – parte I

Por fortuna.


Tiempo estimado de lectura: 4 minutes

© Francesca Caregnato, 2013

El otro día tenía sentada frente a mí una paciente en lágrimas, desconsolada y francamente exasperada, preguntándome con la garganta hecha nudo:

“¿Cómo puede ser que la persona que más te ama en esta vida llega a ser la causa de tanto sufrimiento?”.

Obvio, se refería a su madre.

Inspirada por ella y por todas las personas que han tratado de hacer las paces con sus orígenes, sin por ello aceptar que representen su destino, iniciamos hoy el primero de varios excursus acerca de la maternidad y la paternidad.

Divagaremos entre posturas un tanto incómodas y quizás un poco perturbadoras, desde las cuales me permitiré lanzar algunos dardos con la expectativa de que caigan allí, donde las cosas pueden ser sacudidas antes de tomar forma y sentido en cada uno de nosotros.

Un apunte: para hablar de la madre hablaré el padre. Necesariamente. Y para ahondar en la maternidad utilizaré la paternidad. La razón es muy simple: ya es hora de que los veamos como términos indisolubles del ejercicio filial, y que algunas mujeres despierten del sopor de su soberbia, en algunos casos, y de su ignorancia, en otros, para comprender cuán vital resulta la participación de ambos para el sano desarrollo y bienestar de los niños, físico, mental, social y emocional.

Ahora bien, hablar de maternidad y paternidad inicia con el tema la elección de pareja. Sí, porque la persona con la cual decidimos generar un hijo es la misma con la cual compartiremos este proyecto de por vida, por lo que se le llama elección -y selección-. Ésta en el mejor de los casos y ante cierto grado de madurez personal, se presenta como una decisión consciente. Aunque la realidad nos muestra que hay más inconsciencia que arte en esta vida…

La carencia de herramientas relacionadas con la elección de pareja resulta una de las peores lagunas que heredamos de nuestros padres. Nos platican acerca de cómo elegir nuestra ropa, nuestra carrera, un coche, un departamento. Pero las pláticas entorno a cómo elegir a una buena pareja son raras, por decir lo menos.

Además, la existencia de tantos hogares heterosexuales donde no existe un padre presente nos habla de fallas de origen que pesan mucho más del lado femenino. La primera la observamos ante una elección de pareja fracasada por parte de aquella mujer que decidió meter al mundo a uno o más hijos con un hombre que es capaz de no asumir su responsabilidad paterna, que no se compromete con el proyecto de pareja versus la mujer que por su lado no le exige ese compromiso, primero con ella y a futuro con la prole. Y esto sin importar las circunstancias de pareja.

Este escenario se muestra es el caso tan común de los abandonos del hogar por parte del varón, y cada vez más frecuentemente por parte de mujer, donde observamos el fracaso de la elección de pareja por parte del hombre.

Otro caso: nos encontramos con otra mujer que conscientemente decidió alejar a su pareja varón, por frustración, enojo o venganza; naturalmente las consecuencias de esta rabia las pagarán los hijos.

Aquí es preciso ahondar un poco más arriba para ver qué ocurrió con los progenitores de esta pareja. Por el lado materno, es probable que tengamos a una madre (la abuela, en nuestros ejemplos) en situaciones similares: incapaz de haber elegido a una buena pareja-padre para sus hijos o de incluirlo en el ejercicio de la paternidad. Por el lado del varón, se asoma algo parecido: una madre sobreprotectora incapaz de poner límites, mucho menos de enseñarle a aplicarlos consigo en su vida; y además, un padre ausente o débil que sucumbe ante la imposición materna.

Probablemente este tipo de hogar lo reconozcan en familias alcohólicas o con miembros que sufren adicción. Aquí es típico que la madre actúe como si su familia dependiera de ella, y trate a sus hijos varones como si fueran incapaces.

¿Cómo lo hacen? Casi siempre sin darse cuenta, sin mala intención. Y en la práctica a través del constante perdón de sus actos, de solucionarles sus problemas, de prometer castigos que nunca llegan, de acogerlos cuando piden asilo, y la lista sigue. Una madre que pone límites en palabras pero no en hechos, capaz de quejarse constantemente y hacerles reconocer sus fallas -traduciéndose en problemas de autoestima a futuro- pero inepta en lo que respecta enseñarles asumir las responsabilidades que derivan de estas fallas. Más aún, criando varones incompetentes para reconocer sus fortalezas y trabajar para alcanzar sus metas.

Estas madres, eternas insatisfechas, a las que siempre les falta algo que «debería» llegar de los hijos.

A las hijas de estas familias, además de no enseñarles a reconocer su capacidad para ser mejores que la madre y a encontrar una pareja mejor de la que pudo haber sido su padre, les enseñan que al fin y al cabo, no se puede contar demasiado con los hombres, y que por lo tanto es mejor mantener las expectativas bajas. Y así, con estas expectativas, cumplen con el ciclo, repiten el síntoma y se conforman con una pareja mediocre, quizá ejerciendo una maternidad igualmente mediocre con sus hijos.

Sí, los dardos duelen y nos identificamos con este dolor ya sea porque lo estamos viviendo en carne propia o porque lo hemos visto en personas queridas.

Pero quiero cerrar esta primera disquisición con un recordatorio: la maternidad y la paternidad no son necesariamente una herencia. Representan aspectos de nuestra vida optativos para nosotros, y sobre todo aprendidos. Y creo firmemente que el aprendizaje de lo que queremos ser como parejas y como progenitores es un proceso, y no necesariamente tortuoso y desgarrador.

Con una pequeña ayudadita o mucha, solos o acompañados, podemos aprender sana y felizmente a ser las personas que anhelamos ser.

¡Hasta la próxima!

 

Comentarios a esta nota

  • Cristina comentó:

    Francesca, muy interesante… recién me topé con la idea de epigenética (http://es.wikipedia.org/wiki/Epigen%C3%A9tica), creo que puede también relacionarse con este típo de comportamientos heredados de los antepasados… peró bueno, yo soy Químico, y mi tendencia es ver las cosas desde el punto de vista de las moléculas, pero seguro hay más que esto.


    • Francesca comentó:

      Cara Cristina, Aprecio mucho tu comentario y tu aportación! En mi disciplina hablamos más de ontongenia que de epigenética, pero estarás de acuerdo que se trata de abordajes complementarios hacia un mismo tema. Muchas gracias por tu opinión!


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